viernes, 4 de abril de 2014

Humanidad: Frankenstein, o el moderno Toletero.

You take a mortal man
And put him in control
Watch him become a God
Watch peoples heads a'roll

Todos hemos sido víctimas del abuso de poder. Todos sin excepción. Y es muy frustrante, por que la cultura pop te dice que si estás del lado de la justicia ganarás, y al final todos te felicitarán y nunca más estarás en peligro jamás. Mentiras. Sucias mentiras del niño terrícola.

Pero en parte es culpa nuestra. Y es que no sólo somos víctimas de las más altas esferas de poder; somos víctimas todos los días. Y al permitir este abuso constante, lo único que hacemos es perpetuarlo y darle entrada a abusos más grandes.

Y dónde está este abuso de poder diario? Quiénes son estos seres extraños que se ocultan en las sombras, manipulando con sus influencias nuestro día a día, bailando como marionetas, balanceándonos al ritmo de su sinfonía perversa?

Quién más, sino el moderno toletero.

Alguien me dijo una vez, que el poder era como una pistola, y me daba un ejemplo larguísimo de un experimento social que probablemente no sucedió. Pero no era cierto. El poder es una pistola, una pistola es poder. Cualquier objeto que pueda ser utilizado para someter al prójimo es poder, desde un cheque hasta un rayo láser espacial.

Miradme a los ojos, y decidme que no es cierto. Que no se dejan pisotear todos los días por el guardia de seguridad que les exige comportamientos inespecificados y aplica reglas que no existen. "Por aquí, joven", "No se siente ahí, joven", "la fila está de este lado, joven". La altivez de estos cuates es infinita.

Y es por que tienen poder. Y probablemente es el único lugar donde lo tienen, por que en sus hogares, sus hijos no les prestan atención, y sus esposas les exigen más de lo que su sueldo les permite. Los comprendo, más no apruebo su comportamiento.

Incluso es famoso en un entorno libre de poder. "Lo atiendo en esta caja, señor". Y le inventan cuentos fantásticos que implican conspiraciones mundiales, asesinatos de embajadores y trata de blancas.

Un día iba al banco a abrir una cuenta - recordemos que al depositar en el banco, les das tu dinero para que ellos puedan invertirlo en paquetes de acciones seguras, que es de lo que sacan dinero, por lo que deberían tratarte moderadamente bien. Como siempre, llego tempranísimo, no me gustan las filas. Veo a los dos jóvenes de rosa en ambas cajas sin hacer nada, sólo ahí sentados. Ni siquiera almorzando o usando el celular. Sólo están ahí.
Figura 1. Así.
Me acerco, ignorando los listones que dan forma a la intrincada fila, y voy directo a la ventanilla. El que ahí se encuentra se me queda viendo y me dice: "Joven, espere en la fila", con un aire arrogante de Godínez. Me le quedo viendo con intriga, pues no comprendo el porqué de su frase, sacudo mi cabeza y le doy vuelta a los listones, desde el principio hasta el frente, recorriendo el camino.

Espero unos segundos y el joven me hace la seña de que puedo pasar. "¿En qué le puedo ayudar, señor?", me pregunta con desgano. Saco un fajo de billetes que suma algunos salarios míos, los paso frente a la ventanilla para que los vea cualitativa y cuantitativamente, y los bajo.

Por mi mente pasan montones de ideas desagradables, como pasarme los billetes por la entrepierna y dárselos en la mano o lo que sea, pero hago algo más infantil para frustrarlo aún más.

Acerco el fajo de billetes al depositorio, y antes de que los tome con la mano, los retiro con un movimiento rápido de la muñeca.

"Pícate la cola y huélete la mano", le digo. Y salgo del banco indignado. Doy la vuelta ya fuera, y a través de la puerta hecha de vidrio veo su rostro de desconcierto. No soporto a las personas que ejercen un poder que no tienen.

Dance like a marionette
Swaying to the Symphony of Destruction

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