sábado, 1 de febrero de 2014

Humanidades y te ciero mama.

Mother do you think they'll drop the bomb? 
mother do you think they'll like this song? 
mother do you think they'll try to break my balls?
I will vandalize the wall.

Cuando yo era niño, tenía ciertos desórdenes de orden... ordinal. Y cada día de las madres, en la escuela primaria, me pedían hacer algo propio, para celebrar las acciones que la mía había realizado, en función de darme a luz y criarme. Entonces, la frase que más rápido llegaba a mi mente era asimismo la que más rápido llegaba al papel. Por supuesto, niño pequeño, además de mi escritura espejo y estos desórdenes que les menciono, no me permitían tener la ortografía que ahora presumo. Y la frase que en mi cerebro era: "Oh madre amada, he aquí tus acciones perdurarán mientras viva y nadie habrá con tu fortaleza y beldad", llegaba al papel como "Te ciero mama". Para mi madre, a pesar de que me había enseñado a escribir y leer a los 3 años, le parecía algo maravilloso. Y a pesar de que no aprendía siquiera el alfabeto (y aún no lo aprendo, para ser sinceros, no puedo, trazas de dislexia), tenía mi calidad como escritor, que, a mi me parece que ha mejorado (a quién engaño, soy lo mejor del mundo), pero para mi edad era bastante buena, llegando a obras maestras como "Super Queso", "El día que la tierra comenzó a girar", "Hombreman", también tuve mis micro obras, a la twitter, como "El perro es cafe" o "Te ciero muhco mama" (excelsitud de mis 5 años)

Ahora bien. Yo no soy un crítico profesional, ni tengo un título en letras, ni lo tendré, ni soy el escritor de la gran novela americana, pero sé reconocer cuando algo es malo.

Y cuando personas que han alcanzado la adultez tienen la creatividad de un niño de 5 años, entonces sabes que están muuuuuuy mal. Y cuando tienen la desfachatez de pregonar su falta de talento frente al mundo... sabes que todo está mal.

Todo empezó un día que iba por ahí, minding my own business, rifando y controlando, cuando de repente me topo con un muro blanco con letras negras.Y he aquí el cielo se rasgó como un pergamino y todo se volvió negro como la noche; y luego se hizo silencio como por 20 segundos. Y en el muro blanco con letras negras se leían cuatro palabras, que me hicieron sollozar cual Belsasar al leer el fatídico "Mene Mene Tequel Uparsin". Leía, en letras grandes como la sombra de muerte... "Sin ti, yo no". Y bajo ello, un nombre que haría temblar a H. P. Lovecraft. En orgullosas letras de pintura, firmaba el perpetrador del aquel horrible pecado, de la blasfemia más terrible, de las palabras del onceavo cuerno de la cuarta bestia: "ACCIÓN POÉTICA".

Rasgué mis vestiduras al ver semejante esperpento y cubrí mi cabeza con cenizas.

Pero ya en serio, no pude soportarlo, me dio un escalofrío al leerlo. Me sorprende que alguien tuviera la valentía de escribir eso y ponerlo en público, incluso si no firmó con su nombre, magia del anonimato. ¿Pero qué tal si lo veía alguien? ¿Qué diría su madre al ver que sus capacidades no han mejorado de hace años? ¿Qué diría su padre al ver que su hereder@ no tiene otro futuro más que vender naranjas en un crucero?

Ya en serio, respeto el trabajo del poeta que inició esto, cuyo nombre no recuerdo, pero era un buen concepto. Sin embargo, la pedorrencia de la gente que participa con él, arruinó lo que seguramente él creyó algo hermoso y positivo (tampoco, tampoco).

Cuentan las leyendas que cuando un dios creó al colibrí, un diablo creó al chichicuilote... y tal paso sigue todo. Si alguien crea Ciudadano Kane, otro crea The Room. Si alguien crea Married with Children, otro crea Friends, si alguien crea Los Simpson, otro crea Padre de Familia. Y cuando este buen hombre crea Acción poética, alguien más roba el formato... y crea Acción humanista.

Cerca de una heladería que frecuento había un lugar donde vendían plantas, y a veces pasaba un rato ahí. Sin embargo, por una razón u otra, durante vacaciones, el lugar de las plantas cerró y retiraron todo, incluyendo la malla que lo protegía. Viendo tal suceso, empecé a frecuentar otra heladería. 
Un día, por pura nostalgia, pasé otra vez por el lugar de las plantas; y resulta que el lugar estaba vacío y estéril; sólo un par de matas de hierba habían crecido ahí. Me entristeció, pero la vida sigue y seguí enfrascado en la gastronomil tarea de ingerir mi cono doble de pistache con chocolate.

Al volver a clases, en mi paso por la universidad, veo nuevamente el sitio de las plantas, esta vez cubierto con algunos manchones de hierba. Pero en una de las paredes, ya desprovistas de las enredaderas que la cubrían, había un mural, morado con letras amarillas. "Igualdad y Respeto para las mujeres" o una cosa así, en realidad no me acuerdo, pero ustedes entienden.

Seguí pues, pasando por ahí, y la hierba seguía creciendo, excepto en el lugar donde el mural había sido pintado. Al principio lo adjudiqué a la toxicidad de la pintura en aerosol, pero luego de unos meses, pintaron el muro de blanco, y entonces la hierba comenzó a crecer nuevamente.

Así de malo es el asunto. Por suerte, los roces entre los integrantes de ambos movimientos son tantos que ya no se toman el tiempo de pintar estupideces en muros ajenos. De todos modos, el daño está hecho. Cientos de murales en el centro de la ciudad se erigen cuales blasfemias ante el ejército celeste. Juro que uno de ellos decía "Lávate los dientes". Es fantástico cómo seguramente lo que yo sentía cuando le entregaba a mi madre su "Te ciero mama" en una tarjeta mal doblada con la cara llena de orgullo y el peinado de libro abierto encuadrando mi infantil rostro es lo que siente esta gente al pintar sus profundas frases...

Sin embargo, tiene su lado positivo... ¿cierto? 

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